El cielo, cajuado de estrellas estaba,
La luna plateada brillaba en tu piel;
A besos ardientes alocados te amaba,
Tu cuerpo sinuoso sabía como miel.
La noche, la brisa y las flores
perplejas,
Gozaban al oír tus suspiros de amor,
alegres al vernos como una pareja.
Y ambos unimos los cuerpos con fervor.
"Que nadie se entere de lo nuestro", dijiste,
"y seremos los dueños de noches de pasión";
que siempre amarnos con amor prometiste.
Lo hicimos fruídos. Perdimos la razón.
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