La recordé, aun duele el alma,
el corazón se compulge por ella.
El silencio, pronuncia su nombre,
y la brisa, me trae su perfume.
Cuánta desesperación por verla,
me está matando su ausencia.
El día se volvió noche para mí,
no sé lo que sucederá conmigo.
Si sólo pudiera oír su dulce voz,
mi pobre alma se alegraría,
volvería el deseo de vivir.
¡Oh Dios! Cuánta desolación ay...
De tanto esperarla en mi soledad,
hasta el frio me ha entumecido,
y puedo oir el crujido del dolor
intenso que hay en mi alma, sin ella.
Carlos Rafael