Fue larga la noche glacial,
se asomaba el amanecer,
las calles vacías empezaron a llenarse
y las tascas sin sus bohemios.
Tu silencio sepulcral fue doloroso,
nuestras almas se angustiaron
esperando a sus cuerpos.
Cómo nos desearon,
nosotros, fríos e indiferentes,
pavorosamente silentes.
Estoica la Luna padeció,
impaciente nos aguardó
y se alejó amustiada
apenas apareció el día.
Su mítica luz de la noche
no pudo iluminar
los momentos de tu entrega total.
Nuestras almas se compulgen,
se resisten a creer
que ya no nos amamos,
pero ellas, no se abandonan,
aún nos esperan
tomados de las manos.
(Carlos Rafael)