La noche de Luna llena,
después de la intensa lluvia,
fue tuya en su totalidad.
El céfiro que acarició tu cuerpo sinuoso,
se ofuscó sin remedio por la belleza
que escondías debajo de tu vestido
rojo de seda transparente.
Los grillos con su música de fondo
cantaron en coro la canción más sublime
y melodiosa del amor
para la consumación ininterrumpida
e inevitable
de la pasión más voraz que el amor
pudo concebir,
y fue con inusitada impetuosidad.
La selva ardiente jamás podrá olvidarnos,
las estrellas centelleaban
y fueron testigos perpetuos de lo acaecido
en aquella primera cita,
donde desencadenamos lo más inédito
de un amor que fusionó
dos cuerpos y dos almas que unánimes
se amaron como nunca fueron amados.
El amor se había manifestado
irretractablemente,
fuiste mi primavera edénica
profusa e incontenible
en medio de la tupida selva.
Pensar que este amor se dió inicio
con tu mágica sonrisa de musa.
Pablo Rojas