Sucedió lo que jamás imaginé,
su belleza era la misma afrodisia,
desencadenó mis ganas irrestrictas
de amarla, más allá de la razón.
Parecía que nos conociéramos,
como si desde antes la amara
como si desde antes me amara.
¡Me fascinó tan extraño amor!
Un té, fue el preámbulo fascinante,
el níveo tálamo de seda esperaba
y las ganas de amar era inocultable.
Nuestras miradas nos apresuraban.
Esa noche acaeció lo inenarrable,
si supieran los amantes prohibidos,
enloquecimos absolutamente
y huimos del cuadro de René Magritte.
Desde entonces, nada nos separa,
aunque nos duela la proscripción,
amantes impenitentes nos volvimos.
¡Al fin indudablemente felices!
(Carlos Rafael)