Nos dejamos caer
como hojas resecas
que el viento se las llevó.
Nada quedó de nosotros.
¿Qué nos sucedió?
El fuego que encendimos,
de pronto se extinguió,
ni cenizas han quedado.
Luego, en silencio.
Nos alejamos sin un adiós,
sin decir un hasta pronto.
Ahora, ni nos hablamos.
Juramos amarnos siempre,
y olvidamos que ambos
unimos nuestros cuerpos,
y fuimos pasión unánime.
Ahora, muerde la nostalgia,
mi alma llora sin consuelo
ya no conoce el sosiego,
día y noche delira por tí.
(Carlos Rafael)
Imágen de Internet