Como la luz de una candela
nuestro amor se fue apagando,
y fue extraño que no te duela.
Tu corazón se fue retesando.
El horizonte se fue hundiendo
y conocías de tu falsía;
imaginabas que fui herido,
que para mí, ya se fue el día.
Te refugiaste intimidada,
tu existencia se extinguía,
no deseabas ser recordada
porque en tí, todo se moría.
Hasta tu voz, que tanto amaba,
se fue volviendo languideciente;
y tu silueta, se esfumaba.
Ya no serías omniamante.
Ahora ya somos desconocidos,
de pasiones ya extinguidas;
de sentimientos enmohecidos
y caricias ya herrumbradas…
Carlos Rafael
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