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MI SUEÑO

Lo encontré en mi "Inolvidoteca", estaba confinado en un rincón del 2005:

La noche de luna llena cuando la amé, 
jamás volverá,
como el fugaz lucero, 
 
ella se alejó.

Los besos que le dí 
con tanta pasión
aquella noche,
se han ido para siempre.
¡Cuánto la extraño!

Vanamente mi alma la busca
y se conduele,
la infinita noche de luna llena
está desolada sin ella.

Amada mía, dime que no fuiste 
un sueño fugaz,
dime que algún día volverás 
y nunca más te irás.

(Carlos Rafael)


AMOR DE COLEGIAL

La primera vez que la ví, fue en la esquina de su colegio, tenía puesto un mandil blanco de colegiala, y llevaba unos cuadernos que sostenia con su brazo derecho delicadamente contra su pecho. Sus largos cabellos castaño oscuro caían sobre su hermosa espalda, como si fueran unas ondas de seda que la acariciaban hasta su delgada cintura. Caminaba delicadamente con sus calzados negros charolados casi rosando la vereda de las calles. Al pasar por mi lado, sentí la fragancia de su cuerpo fascinante de finas líneas y curvas de arte humana. De pronto me miró fijamente a los ojos sonriendome como se percatara que me cautivaba su belleza. 


Desde ese día, ya no era el mismo, extrañamente ella inquietaba mis pensamientos. No podía dejar de hacerlo.


Fue así que, ansiosamente la esperaba en las horas de salida, al frente de la puerta de su colegio, y así contemplarla para calmar mi inquietud (aunque luego, demasiado tarde me di cuenta que no debía hacerlo) Quedé enamorado irremediablemente de ella. 


Una noche lluviosa, la seguí hasta las cercanías por donde vivía. Me armé de valor para abordarla y empezar a hablarle. Admito que mis labios trémulos no me obedecían, transpiraba vergonzosamente por mis nervios ¡Fue horrible!. Jamás me había sucedido antes.


La lluvia la había empapado totalmente su guardapolvo de colegiala, podía verse casi con nitidez la silueta su cuerpo de quince años, era como el de una ninfa. Ella, sonriente respondió con un hola a mi saludo. Sentí una felicidad inenarrable, me permitía hablarle. Me dijo su nombre, y yo también lo hice. Hablamos y reímos sobre la intensa lluvia que había caído, pues curiosamente amainó cuando empezamos a conversar. Fue increíble. Me dijo que, debía hablarle más antes para que se calmara la lluvia. Esta vez reímos, a carcajadas. Y así, llegamos hasta la puerta de su casa. Nos despedimos muy atentamente con rapidez, porque estábamos mojados por la lluvia, no sin antes de acordar que nos veríamos al día siguiente, al frente de la puerta principal de su colegio


II Continuará…

COMO LA BRISA

Tu piel tersa, alba y fraganciosa,  es aliciente para mis besos y caricias itinerantes y frenéticos sobre tí.  Encallan en tu puerta que me ...