Sus labios rojos
deambularon en mi piel.
Yo, con sonrojos.
Fue sin restricción,
sus labios de verano
me dieron fruición.
Me fue besando
y yo, alucinaba;
y ella, gozando.
Sus labios fueron,
suaves como pétalos.
Me enloquecieron.
Bravía era,
cuerpo de Afrodita
y primavera.
Desenfrenada
así me amó ella,
y fue amada.
Mi boca gozó
su dulce ambrosía.
Con ansias me dió.
Ambos llegamos
a lo apoteósico.
Nos consumamos.
También se amaron
hasta nuestras células.
Se adhirieron.
Carlos Rafael
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