El picaflor se rindió a tus pies extasiado
por tu boca de cereza insinuante.
Por tu perfume de rosa, cayó embriagado,
por tu voz embelesante y estuante.
Aconteció que la Luna estaba perpleja
al mirar al picaflor enamorado
que padecía ¿y tú? ni oías su queja.
A las otras ya había saboreado.
Y sucedió que también las estrellas, absortas,
contemplaban condolidas la escena.
El picaflor se moría, y tú, lo ignorabas,
ni siquiera su dolor te daba pena.
El picaflor decidió su amor lo creyeras,
redactó su epitafio que decía:
“No desconozco haber saboreado de veras
tantas flores. Pero, a tí yo te quería.”
Los ruiseñores lloraron, los grillos callaron
y el cielo sollozó muy consternado.
Al picaflor, el amor y el dolor lo mataron.
Impertérrito sufrió enamorado.
Carlos Rafael
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