Dejar que vuele mi mariposa,
me dolió demasiado,
cada día in crecendo mi amor
y me angustia ya no verla.
En mis entristecidas noches,
me quiebro en total silencio,
y estallo sin hallar consuelo
por su ausencia inconcluso...
¿Por qué tengo que amarla?
Fue ella quién me enseñó amar
en las noches de Luna llena,
al pie de un tupido sauce llorón.
Si de amor he sabido, es por ella
Ahorra habita en mi corazón,
echarla sería mi holocausto.
Mi alma, reclama por su presencia
porque ya no conoce la calma.
¡Ah sus besos de musa!
mis boca se humedece por ella,
por su ambrosía endulzante.
mis manos se entumecen desde
que ya no acarician su cuerpo.
Ahora, el silencio me flagela
y martiriza sin misericordia;
y el eco de mis ayes de dolor
se eleva hasta el cielo infinito.
Carlos Rafael
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