Me fui con la tempestad,
montado en las olas del olvido
huyendo de tu maldad
que toda esperanza ha destruido.
Me sigue un colibrí
que llora sin cesar por su amada.
Jamás tanto dolor vi
llevando una vida asolada.
También un ruiseñor
intenta con su canto mi consuelo,
sensible por el agror
que muerde el trayecto de mi vuelo.
Un poeta en soledad
que sufre en el alma por su musa,
enfermo de ansiedad,
también me acompaña en mi causa.
El viento se apuró
en darme su aliento para irme,
sabía que abjuró,
que ella, me mintió hasta herirme
Resuelto me alejaré,
no quiero que tus males me enfermen;
feliz deambularé,
allende los jardines me aromen.
Jamás a ti volveré,
de nada nos sirvió lo que hicimos;
de ti nada llevaré,
el tiempo nos dirá lo que sentimos.
Prefiero la vastedad
del día y las noches estrelladas,
rehúyo de tu frialdad,
También de tus caricias herrumbradas.
Confieso con claridad,
amé tu hermosura reluciente
en toda tu integridad,
ahora enmohecida y doliente.
(Carlos Rafael)