La sombra de la noche había llegado,
se encendían las farolas de las calles
el cielo desplegaba fulgentes estrellas;
y el aire aromado a ella, a rosas.
Lucía la ciudad su alfombra de luces,
parecía que el cielo descendiera
creando un paisaje de hermosas estrellas;
y a mi lado, caminaba espléndida élla.
Su nombre es pureza, también inocencia,
la blancura de su cuerpo es divina
causante de arrebatos intensos en mi mente.
Se lo dije, me sonríe, me toma la mano.
Su boca de almíbar de labios delgados
con ternura exclamó desde muy dentro:
"...amor, no me traiciones por favor, no lo hagas".
No sabía que el amor había llegado.
(Carlos Rafael)
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