(Versos libres)
Hoy me acordé que te amaba
con locura,
te susurraba mis poemas
antes de amarte.
Jurabas que jamás dejarías
de amarme.
Después de amarnos, llorabas
y volvías a jurar.
En el atardecer de mi vida, tengo
nostalgias por tí,
todavía habitas en mi corazón,
no fuiste olvidada;
y mi alma se alegra al recordarte,
también te ama.
Ahora, en el atardecer de mi vida,
miro el horizonte,
avizoro más allá del crepúsculo.
Cómo deseo verte.
Jamás olvido la noche de lluvia,
cuando te conocí,
tu mandil de acrocel blanco estaba empapado.
De tus cabellos negros rizados, caían gotas de agua
sobre tu tierno y bello rostro.
Te ví muy hermosa.
Cómo no recordar la humedad del aire aromado,
la lluvia, ya había escampado;
y la Luna llena,
se abría paso entre las nubes
iluminaba tu cuerpo
de colegiala, y yo anonadado.
Tu belleza me fascinó.
Tus labios delgados rosados
parecían pétalos,
tu sonrisa, llena de candidez
y ternura pura.
Nos miramos profundamente,
tus ojos incitaban,
y recuerdo que no podía sostener
tu mirada penetrante.
Sin decir nada, nuestros labios
ya se habían unido
en un beso alongado con fervor.
Ahora al pasar por aquel lugar,
llueven recuerdos,
aún puedo oír el lejano pitido
de la tranvía amarilla,
que al vernos, parecía saludarnos,
y nosotros ceñidos.
Desde entonces, nuestras almas
vuelven al lugar,
no olvidan que nos amamos.
¡Demasiado!
Carlos Rafael
Imagen de red






