En el tálamo níveo donde te amé
quedó la sapidez de tu néctar divino,
fue ahí con tus besos me enajené;
y luego, tu amor deslumbrante devino.
De tu cinto asido yo arribé
al éxtasis que nunca había sentido.
Tus divinos gemidos yo disfruté,
amándote, en nuestro lugar escondido.
El reloj de aquella habitación,
de pronto, se detuvo en esos instantes,
confundido estaba por tu fruición.
El cielo agitó sus estrellas brillantes.
Tu perfume extático se quedó
flotando en el aire de aquel aposento,
donde tanto amor nos enloqueció
volviéndose repente, feliz sentimiento.
Fue la noche que huiste de un jardín,
llegaste con tu cuerpo de miel a amarme;
con tus labios fragantes como carmín,
lograste tu profuso amor entregarme.
Todavía mi piel arde de pasión,
tu boca de verano me sigue amando
en mis sueños y noches de ilusión.
Amada adorada, te sigo deseando.
(Carlos Rafael)
Imagen de Pinterest
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