No olvido tu repentino y largo
primer beso
bajo el cielo embermejecido
del crepúsculo.
Mis labios, trémulos al sentir
el dulce sabor
de tu boca, querían adherirse
a tu piel alba,
para no separarse de tu cuerpo.
¡Me embriagaste!
Ceñidos entre sí, descubrimos
al amor sublime,
la noche de Luna nos encontró,
inseparables,
cohesionados por una pasión ardorosa.
¡Indetenibles!
A lo lejos, se podía oír el silbato monótono
de una tranvía de color amarillo
serpenteante,
se aproximada hacía nosotros.
¡Te besaba más!
Se oía el fino rumor de las ramas
de los árboles del lugar,
efusivos nos observaban, como
si se regocijaran.
!Porque te amaba!
Luego, aquel lugar no olvidado,
fue nuestro.
También aquellos crepúsculos
y anocheceres;
el cielo, tapizado de estrellas
y la mítica Luna;
los árboles y la tranvía amarilla
y sus silbatos.
Todo de aquel lugar, fue parte
de la felicidad.
Después, el tiempo inexorable
sobrevino,
nos llevó por caminos diferentes.
Pero, ambos,
descubrimos por primera vez
al amor,
fue en el crepusculo de ese día.
Ahora, en mi tarde fría y plomiza,
la nostalgia,
me habla de tí, jamas he podido
olvidarte.
Mi alma, entristecida se acuerda
de tí, aún te ama,
siempre regresa al lugar aquel
de tu primer beso,
donde ya no existen los árboles,
tampoco está,
aquella tranvía amarilla que nos
saludaba,
ni el canto de los pájaros felices
y sonrojados
que nos veían desde sus nidos.
Todo se ha ido,
del lugar donde nos amamos.
Menos el amor
que un día, nació para no morir
nunca jamás.
A pesar del tiempo, aún te amo.
Carlos Rafael
Se respeta al autor
de la imagen de red

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