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ZAGALA

Sentado en las gradas de un portal

de una vieja casona de la plaza,

donde solíamos amarnos,

soporto impávido el frío glacial

cual filosas espadas en mis huesos.


El viento baja desde las montañas,

su silbido monótono es deprimente,

hasta mi alma se ha entumecido.

Mis lágrimas están enclaustrados

como escarchas en mi rostro.


Morriña que me abate sin piedad,

carcome mi fuerza mortecina.

Duele la infinitud de la nostalgia,

terebra al corazón que aún te ama

sin tu primavera el invierno es cruel.


Tu sonrisa de zagala es imborrable,

está en los pliegues de mi memoria,

intento vanamente proscribirla

pero te resistes, y aún me cautivas.

La primavera jamás ha vuelto a mí. 


(Carlos Rafael)



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