Fría e indolente,
vaciada de vida,
despiadadamente
me condenaste
en la mazmorra
enmohecida
de tu corazón,
rodeado de barrotes
de indiferencia,
infranqueables,
sin poder huir.
Sin noches ni días,
languideciendo
con ayes de dolor
por haberte amado.
¿Cómo olvidaste?
¡Me dijiste que te amara!
Y te amé en verdad.
¡Ahora me aniquilas!
(Carlos Rafael)
No hay comentarios:
Publicar un comentario