Aquella estrella, la más hermosa
y radiante de la noche,
descendió de repente hacia mí,
como brisa del estío,
tocó con ternura las cicatrices
de mi alma contrita.
Me dijo que, ella también las tenía,
y sentía mucho dolor porque nunca
quiso partir al mundo de la eternidad,
y que no podía hallar el sosiego
viendo que su amado,
no cesaba de llorar desde aquel día.
Entonces, sus pequeñas manos sedosas,
bajo la luz de la Luna entristecida,
peinó mis cabellos desordenados
con tanta ternura,
que me hizo sentir un niño huérfano;
y luego, secó a besos mis lágrimas
que caían sobre mis frías mejillas.
(Carlos Rafael)
Imagen Pinterest
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