I
No es fácil echarte al olvido
mis labios aún están humedecidos por tí.
No sé lo que sucederá si se resecan.
¿Acaso volverás como la primavera?
Que no sea cuando el otoño me pulverice.
Entonces no seré nada en este mundo.
Pueda que renazca en la otra realidad,
los que se aman dicen que se reencuentran.
Te esperaré, así sea en la perpetuidad.
II
Cuando llega la noche, ya no estás,
en vano te busco entre las estrellas,
y la cruel soledad me terebra el alma.
En total desvelo, larga se hace mi noche,
puedo oír los ayes del dolor de mi alma
que padece el tormento de tu ausencia.
Se han diluido en el páramo inhóspito
las últimas gotas de mis lágrimas
porque tu prolongada ausencia mata.
III
Solo el olvido mata las esperanzas
y jamás vuelve a retoñar el amor,
hasta las quimeras son inmoladas.
Pero, ¿cómo olvidarte mi amada
si estás en mis sueños amándome
como lo hacías en nuestras noches?
Al despertar ya no estás conmigo
solo tu fragancia permanece en mi cama
y mis sábanas humedecidas por tí.
IV
Las flores marchitas se han resecado
el viento se las arrastra indefensas,
el olvido ha consumado su amoricidio.
No sé que será de mi amor por tí,
el sepulturero -el olvido- se olvidó de mí,
porque mi amor por tí no ha muerto.
Errático andaré por lugares desconocidos
en busca del olvido para que se extinga
lo que se resiste a morir en mi corazón.
(Carlos Rafael)
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