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Aquella estrella, la más hermosa

y radiante de la noche, 

descendió deslumbrante hacia mí. 

Como una brisa del estío, 

tocó con ternura  las cicatrices

de mi alma contrita, 

y me dijo que, también padecía

dolores insoportables

que terebraban sin cesar su alma

por la ausencia

de su amado que se fue a la infinitud. 

Mi estrella divina, 

tenía la sonrisa jamás vista, 

la más fascinante;

de ojos ahítos de bellas ilusiones, 

niña seráfica, 

de ternura infinita e invulnerable…


(Carlos Rafael)

Imágen de Internet









 





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