Las flores de mi jardín
se fueron marchitando,
así como tus labios.
El canto del ruiseñor
se fue enmudeciendo
al verte taciturna.
Huiste del clarear
del día que amabas
dejando de sonreírle.
Dejaste ajar tu piel
que toda la besaba,
y cómo disfrutamos.
Dejaste agonizar
tus besos de verano,
ahora ateridos.
Difícil es entender
que pronto te dejaste
morir y no bregaste.
Aun podemos seguir
tu alma no es magra,
quisiera ser amada.
Tu cuerpo sin calidez
reclama sus caricias
y besos que le niegas.
Permite reverdecer
tus sueños y promesas,
que vuelvan tus candores.
Aún queda el calor
eterno en mi alma
con ansias de amarte.
Carlos Rafael
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