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NADA

Tal vez no fue nada,

sucumbió devorada por el olvido; 

no quedó ni cenizas,

que ni el viento pudo esparcirlas.


No hubo fuego, ¡qué fuego!

ni en el más gélido lugar existió,

en vano el invierno

atravesó el rincón más frío.


No existió ni en la noche,

y las estrellas no saben de ella.

La brisa no acarició

jamás su cuerpo.


El poeta echó tierra

sobre  la tumba de la nada, 

no le puso ni su epitafio

porque jamás existió ella. 




Pablo Alba

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